pero no quiero bajarme.
hay una especie de proceso de involución, en los viajes en coche, en la música --después de tres meses he conseguido volver al crust puro en el que me había quedado, después de recorrer varios años de música en unas semanas-- en las palabras, en los hechos. todo es un poco como cuando tenía dieciocho años y aún no había aprendido cuándo tenía que dejar de jugar y cuando tenía que ponerme en serio, antes de los orgasmos, sólo un poco antes.
estoy metida en un ciclo, la historia es circular, y hemos vivido las mismas palabras a la inversa,
las mismas caricias a la inversa porque siempre jugamos con el hecho de saber y no saber por qué pasan las cosas
un dedo, paseando por mi cuello, unos ojos fijos y mi melena lamiendome la espalda, lúbrica y lasciva
los mismos datos
cientos de cuadernos tirados a la cara contandote historias de cuando tú todavía --o ya-- no estabas
el mismo uso mortal de los deícticos, que antes se me clavaban entre los muslos y el ombligo y que ahora me atenazan la espalda -- ella. ayer. tengo que quedar con ella.--
giro y giro sobre un punto de inflexión que no soy capaz de situar, no sé si fue noviembre, siempre noviembre, o si fue mayo, o si cada día tenía algo de cenit, de punto de no retorno, de final implícito; pero la cosa es que eso fue hace mucho tiempo y caminé sobre mis propios pasos hasta llegar a este lugar en el que tú todavía no habías nacido, y yo era más libre, más golfa, y quizás, más feliz.y no, ahora ya no me permito los plurales.
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