¡Las cosas que Marla le dijo anoche!, me cuenta Tyler. Ninguna chica le había hablado así en la vida.
Soy los Dientes Rechinantes de Fulano.
Ahora, según la antigua costumbre china que todos hemos aprendido gracias a la televisión, Tyler será por siempre responsable de Marla, porque salvó la vida de Marla.
Marla le dice a gritos a la policía que la chica de la 8G fue en otros tiempos una chica encantadora, pero que ahora es un monstruo, un monstruo horrible. La chica es escoria humana infecciosa; está confundida y teme hacer algo equivocado y, por lo tanto, no hará nada.
Ponme una pistola en la cabeza y pinta la pared con mi cerebro.
Renuncias a todas las posesiones terrenales, al coche, y te vas a vivir a una casa alquilada en la parte tóxica de la ciudad, donde a altas horas de la noche oyes a Marla y Tyler, en su habitación, llamarse mutuamente escoria humana.
Toma esto, escoria humana.
Haz esto, escoria humana.
Tómatelo. Trágatelo, nena.
—Abrazo mi propia corrupción supurante —le dice Marla a la punta color cereza de su cigarrillo. Marla hace girar el cigarrillo sobre la carne blanca y suave del brazo—. Arde, zorra,. arde.
Lo que le gusta, dice Marla, son todas esas cosas que la gente desea con intensidad y luego tira una hora o un día después; como los árboles de Navidad, que son el centro de atención hasta que, pasadas las fiestas, se ven esos árboles de Navidad muertos, todavía decorados con espumillón, tirados a un lado de la autopista.
—Llora si quieres —dice Tyler—, pero cada lágrima que caiga sobre la lejía te dejará en la piel una cicatriz como la producida por un cigarrillo.
Marla me mira la mano y ve la cicatriz del beso de Tyler
Marla tiene la cicatriz del beso de Tyler en el dorso de la mano.
El cáncer que yo no tengo está ahora en todas partes
Quise luchar con él porque había vuelto el insomnio y me apetecía destruir algo hermoso.
Quería destruir todas las cosas hermosas que nunca tendría
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